Hola,
Para cualquier consulta o para contratar, estamos a tu disposición
llámanos
900 835 840
Llamada gratuita
900 123 700
Llamada gratuita
Lunes a viernes de 9:00 a 21:00
Para responder a la pregunta que planteo en este artículo, lo primero que se puede decir es que toda persona mayor que pueda realizar alguna actividad física, debe hacerlo. A lo largo de esta serie, les explicaré qué tipo de ejercicios y en qué condiciones son más recomendables en cada caso.
El primer mensaje que se debe hacer llegar a las personas de más edad es que deben mantenerse activos en su vida cotidiana. Muchas personas tienen una forma vida dinámica sin necesidad de participar en programas de ejercicios formales.
A través de los quehaceres diarios, tales como trabajos domésticos (ir de compras, cocinar, limpiar, etc.), se puede mantener un nivel adecuado de actividad. Es conveniente potenciar ocupaciones simples como jardinería, bricolaje o paseos diarios. Hay que luchar, en la medida en que se pueda, contra la inactividad. Es evidente que un estado saludable tanto de cuerpo como de espíritu, favorece un mejor envejecimiento.
Aunque la capacidad física disminuye con la edad, el grado de la reducción en la actividad física también se relaciona, en muchos casos, con falta de apetencia o estímulos debido a condicionantes sociales. Hay que incidir en la generación de estímulos como medio de disminuir la degradación física prematura.
La actividad física además de comportar beneficios para el individuo también los comporta para la sociedad por la reducción de costes en sanidad y cuidados asistenciales.
En términos generales, el ejercicio físico moderado no comporta riesgos a las personas de edad. El problema suele originarse en el entendimiento de lo que para cada cual supone la moderación. Es evidente que la sobreestimación de las propias capacidades, la competitividad o el intentar mantener un tono físico similar al de otras épocas pasadas puede comportar serios peligros que deben ser tenidos en cuenta.
Los riesgos del ejercicio físico en esta época de la vida se sitúan principalmente en dos ámbitos:
En primer lugar existe un riesgo cardiovascular latente. En segundo lugar, hay que valorar la existencia de osteoporosis ya que esta enfermedad, que se caracteriza por una disminución de la masa ósea, hace que los huesos afectados sean más porosos y se fracturen con mayor facilidad que un hueso normal. Si se tiene el aparato locomotor frágil, pequeños traumatismos pueden convertirse en lesiones de gran importancia.
Es el médico en primer lugar el que debe evaluar a través del historial médico de la persona y de una exploración física minuciosa, la capacidad para realizar ejercicio físico.
En general, todas las alteraciones que ocurren en el anciano como parte del proceso de envejecimiento, del estilo de vida sedentario o como resultado de enfermedades crónicas, deben ser exploradas cuidadosamente antes de prescribir un programa de ejercicio.
Con frecuencia, al evaluar el grado de forma física, se encuentran reducciones significativas de la aptitud física con respecto a personas más jóvenes, aunque los mayores que han realizado ejercicio toda su vida, pueden presentar una elevada capacidad.
Hay numerosos estudios realizados en atletas de edad avanzada, tanto varones como mujeres, donde se han encontrado marcadas diferencias fisiológicas cuando se comparan con personas no entrenadas de la misma edad. Se recomienda que la periodicidad de los reconocimientos médicos sea, como mínimo, dos veces al año y siempre que se presente alguna anomalía. Una vez determinada la tolerancia de la persona mayor para sufrir una sobrecarga física, se debe establecer qué formas de esfuerzo son las más adecuadas.
Hay que tener presente que, en general, siempre existe alguna actividad física o deportiva recomendable, cualquiera que sea el estado de salud de una persona, por ello es muy importante la adecuada determinación de la capacidad física para poder establecer correctamente el tipo e intensidad del ejercicio a realizar. Si ello no es posible o existen limitaciones serias, caminar o nadar son siempre buenas elecciones.
La prescripción del ejercicio en el anciano debe cumplir una serie de condiciones:
Entre las actividades recomendadas de forma general, podemos incluir caminar, montar en bicicleta, natación, golf, baile, jardinería, etc.
En ancianos sanos las sesiones de ejercicios deben incluir:
En resumen, la actividad incluirá trabajo de flexibilidad (estiramiento), fortalecimiento y coordinación-equilibrio y en un segundo momento resistencia (capacidad aeróbica).
Es más importante la continuidad en el ejercicio que la intensidad. Se recomienda iniciar el ejercicio dos o tres días a la semana hasta llegar a cinco, alternando la actividad física con situaciones de reposo. De igual manera el esfuerzo físico se irá intensificando de manera progresiva.